jueves, 30 de abril de 2009

sin título

Yo soy el ladrón de estrellas
todas las noches cojo un par de ellas
y no lloran les doy coca cola
las mimo de buena forma
les pongo camisón,
también les digo la verdad
la cúpula celeste no brillará
les enseño a no pensar y a besar
nadie me atrapará
las tengo en mi techo
de rojo pasional
y les doy de fumar
hachís del nueve
pues moradas están divinas
soy el ladrón de estrellas
nadie me atrapará
la cúpula celeste no brillará
y no lloran les doy coca cola
las mimo de buena forma
les pongo camisón
y les digo la verdad
la cúpula celeste no brillará.

Fernando Cañas. Diamante Roto. EH Editores. 2007.

Citas

"No basta levantar al débil; después de levantarle hay que sostenerle"
W. Shakespeare

miércoles, 29 de abril de 2009

Sms

Mi
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La prensa al sol funde mi cerebelo (II)

En mi hogar amanece, pero no hay luz. No soy nada. La vitrocerámica tampoco. Supongo que serán las ocho. Todo es eléctrico de pronto. De nada. Leo en alguna parte que no me engañe, que la calidad no es cara. Maldigo a la eléctrica de Cádiz. Parece oírme, la muy eléctrica, y se hace la luz. ¿Para qué?, me digo. Para el café. Y de pronto frente a mí la pandemia -¡achís!- El apocalipsis mediático. Cien mil mascarillas vendidas en un pispás. ¿Gatos encerrados? Los laboratorios hacen su agosto en Abril. Ya no hay crisis en las tertulias tedetés. Hay gripe porcina, y mucho cerdo suelto. La peste medieval nos invade. Yo me termino el café, por si acaso.
Se crean mesas redondas y municipales para hablar de indignación, de reproches y pegous y tú más que yo. Y después comilonas y viajes, por igual. Por la ley. Para ver lo que hay por ahí, y aprender algo. Un proyecto de ciudad. Los autobuses ya no se reúnen, andan mareados. Cádiz, cuna de la libertad, le da un premio a Uribe. No me pregunten, que yo no he sido.
La financiación será única, pero con acuerdos a dos bandas. Y medias puntas. ¿La cuadratura del círculo? ¡Viva ChaveS!
Sarkozy garantiza un bis a bis a Zp en el punto G. Veinte o no veinte. O un intercambio de parejas, ya puestos. Culitos respingones en la prensa patria. ¡Qué país! Y Griñán con su Rosa, la más hermosa del califato perdido.
Cien días ya de Obama superestar. Aluvión de iniciativas, el tío. Todo el mundo se disputa una cita con él. Zapatero incluso dice que él es él y su mismo carisma. Yes we can. ¿Tendrá la gripe? Pero, ¿qué hay detrás de su carisma?, se preguntan recelosos los recelosos observadores políticos. Una especie.
Benedicto pide examen de conciencia en L`Aquila... (¿?)
Aquí en mi Cádiz Hassan Bensiamar nos habla de la India en sus óleos.
En fin, solos, pero en buena compañía.

martes, 28 de abril de 2009

El boleto (VI)

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Haría un año que venían haciendo la pequeña colaboración radiofónica, algo con lo que andaban muy contentos. Les surgió tras realizar un curso para parados y caer en gracia a su monitor, un antiguo trabajador de las ondas llamado Periáñez.
Periáñez les esperaba fuera del estudio y con un gesto les hizo pasar a su despacho.
-¿Habéis visto como está el mundo? ¡Es de locos, tíos! A este paso habrá que sacar la pasta de los bancos...
Cúter miró a Ben con gesto de no entender nada.
-Sí, algo he leído Eñe -dijo Ben ocupando un asiento frente a la mesa.
-¿Qué?, ¿te ha gustado?
-Sí, sí, bien, bien, interpretadores de misterios... sí, no está mal...
Cúter también tomó asiento y ofreció un cigarro que los otros dos aceptaron.
-Bueno -comenzó Periáñez mientras se daba lumbre- tíos, no es ninguna broma, lo de la crisis, en serio, la cosa se está jodiendo bien...
-¿Nos vas a echar? -cortó Ben.
-No, hombre, mira. Hasta ahora no he tenido problemas. Sois colaboradores, y la empresa tiene una partida para esos gastos...
El sonido del móvil interrumpió a Periáñez.
-Mierda, perdón, tíos. ¿Sí? Dime, dime...
Ben y Cúter se miraron con el temor aleteando sobre sus pensamientos. El despacho de Periáñez era un enorme caos de libros, ordenadores, papeles, discos, restos de comida... Sin embargo había un algo imperceptible en él que lo dotaba de cierta coherencia. Al fondo, junto a un ventanal desde el que se contemplaba el mar, un enorme equipo compacto emitía las noticias de las nueve.
-...el gobierno español aumentará la garantía actual de los depósitos bancarios...
-...sí, sí, ya te llamo yo con lo que sea, sí, adiós -Periáñez cortó el móvil y lo colocó sobre la mesa- ...bueno, tíos, la cosa va de recortes. Se está recortando todo. Es que no hay dinero, ni un duro, vamos, la jodida liquidez...
-Al grano, Eñe -volvió a cortar Ben.
-¿Cuánto os estamos pagando?
-Sabes que trescientos por cabeza.
-Pues divide, Cúter.
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Eso era

Le insinué esa tarde
tras el humo de mis silencios.
-Te echaré en falta.
La taza permaneció intacta,
aún caliente.
La música olvidada.
Tras el balcón el pálpito atardecido de la ciudad
comprimía nuestros vientos.
Los hacía sosiego.
Las palabras simulaban no encontrarse,
resbalaban,
daban vueltas,
saludaban con cortesía
o soltaban bromas alteradas.
La taza se elevó a sus labios,
y fue posada.
-Siempre tendrás algo de mí.
Lo leí en sus ojos abiertos y perdidos.
Y silbé la melodía que aún sonaba,
casi ausente,
en el tiempo.
Al marchar,
pude observar una sonrisa,
oculta entre los posos.

lunes, 27 de abril de 2009

El boleto (V)

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(Música: Fiesta.. Serrat)
...una noche más una cita con Nomenclátor, el microprograma que nos aclara algo más la ciudad en que vivimos, que amamos, y nos interpreta los misterios de las calles en que habitamos...
(Música: A. Corelli. Ver Disc 3. Corte 14-18. Iniciar 4 seg. Después fondo. Subir-bajar según indicaciones)
...hoy nos situaremos cerquita del Mercado y la Torre Tavira, exactamente en Rosario Cepeda, calle que durante un tiempo tuvo do nombres... desde Benjumeda a Sacramento se llamó Los Blancos y de Sacramento a Hospital de Mujeres calle Cuna, pues allí existió una casa de expósitos, María del Mar... a ella llevaron a un niño que se llamó José Cándido... hablamos de 1734 y este niño sería más tarde un célebre torero que murió corneado en la plaza de toros del Puerto... áños más tarde el Ayuntamiento rindió homenaje a la literata Rosario Cepeda... y para terminar tres curiosidades... en esta calle viviría un tiempo nuestro recordado Fernando Quiñones... es una de las pocas calles gaditanas con nombre femenino, y también, una de las poquísimas en que no hay un solo bar...
(Volvemos a Corelli y fundimos con Serrat)
...y esto es todo por hoy. Mañana más...
(Terminamos con Serrat y entran ellos)
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viernes, 24 de abril de 2009

Citas

"Siempre hay un poco de locura en el amor, aunque siempre hay un poco de razón en la locura"
F. Nietschze

El boleto (IV)

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Rubén Lasso, que así se llamaba el iniciado, con la taza de café en la mano, callaba y observaba sin inmutarse a Benigno, que le narraba atropelladamente su incidente con el alumno Martillo.
-El profesor -dijo al fin.
-¿Cómo?
-Lo has leído en El profesor, de Frank Mc Court. Lo del bocadillo.
-Ah, claro...
-No le des mayor importancia. A Iván, quiero decir. Pero evítalo en lo que puedas.
-Ya, pero hombre, es mi alumno y...
-Olvídalo -zanjó Rubén, dando un último sorbo y posando lentamente la taza en la mesa- ¿Sabes? Yo también hago una sustitución.
-¿Ah, sí?
-Este es mi segundo curso sustituyendo. ¿Tú a quién sustituyes?
-No sé, al de Historia, supongo... -opinó el espabilado Benigno.
-Claro, sustituyes a Francisco Laviades...
-Ah...
-Él también sustituía. ¿Sabes el porqué de su baja?
-...pues...
-Nódulos en la garganta.
Tras estas palabras Rubén Lasso quedó pensativo, con aire ausente. Benigno escudriñaba aquel rostro de facciones suaves, de calvicie incipiente y gesto ambiguo. Su apariencia era en todo usual, casi anodina, sin ningún detalle que la hiciera en algo peculiar, acaso la pitillera dorada que acariciaba sobre la mesa. Es más, incluso disponía del inconfundible maletín de profesor. Se podría decir que todo él era un adecuado uniforme de docente, bromeaba Benigno para sí cuando Rubén Lasso volvió a posar sobre él su mirada.
-Yo sustituyo a Manuel Paz, de Historia. ¿Sabes la causa de su baja?
-...¿nódulos?...
-Exacto. Pero hay más. Este curso hay otras tres bajas. Educación Física, Filosofía, Inglés.
-¿También por nódulos?
-Sí.
-Vaya epidemia.
-¿Adivinas qué asignatura les era común a todos?
-...esto...
-Educación para la Ciudadanía -dijo Rubén casi susurrando, alterado al observar que entraba un grupo de profesores en la cafetería.
-Bueno... esto... será mejor que me marche. Tengo clase. Esta es mi tarjeta -dijo en el mismo tono de susurro, acercando a Benigno la pequeña cartulina- Llámame.
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jueves, 23 de abril de 2009

Es para ti, sí.

Hola.
Esto no pretende ser un poema.
No más que un saludo.
Pienso que me leerás,
no sé,
siempre hay instantes perdidos,
momentos tontos.
Sabes que estoy aquí.
En mis cosas,
en mi nave,
en el río.
Quiero que rías.
Esto no es un poema.
Es un hola grande para ti,
un hola para siempre.
Un eterno saludo.
Busco un sinónimo de amor.
No me valen. Es amor.
Hola otra vez.
Quiero que rías.

Insomnios

Alicia, ¿qué coño hay tras el espejo?
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Brochazos

martes, 21 de abril de 2009

El boleto (III)

En la Sala de Profesores se dispuso nerviosamente a encender un cigarrillo, pero un dedo inquisidor y una sonrisilla beatífica le hicieron recordar la prohibición y desistir. Sentado en la misma esquina en la que una hora antes, observó al resto del profesorado intentando descubrir en ellos la misma desazón que a él le concomía. Pero no. Los demás aparentaban una normalidad aterradora.
Se preguntó entonces si no serían todos aquellos funcionarios e interinos de la enseñanza un género de replicantes y él el único humanos, dios, ¿qué pretenderían hacer con él? O más bien , ¿no pertenecerían a alguna especie de secta? En tal caso él sería un iniciado.
Mientras Benigno se dejaba llevar por estos sibilinos pensamientos alguien se acercó y le habló.
-Ahora le toca misa.
Benigno sonrió, despreocupado.
-No, mire, yo soy profesor de Educación.
El otro hombre sonrió también, no despreocupado, sino, más bien, con cierto grado de malicia.
-Aun así, le toca misa. ¿No ha mirado su horario?
-Claro, claro... -susurró, rebuscando nervioso entre sus papeles.
-Lunes: 3º B, primera hora, EPC, segunda hora, Tutoría. Tampoco es tan complicado, ¿verdad señor Parra? Es abajo, en la iglesia. Por cierto, ¿le ha ido bien con Educación?
-Sí, sí, bien, correcto, sin problemas.
-Ya. ¿Sabe?, el viernes abandonó su clase quince minutos antes de sonar el timbre. Procure que no vuelva a suceder, Señor Parra.
Más adelante sabría Benigno que aquel que así le había hablado era su Jefe de Estudios. Y, efectivamente, a esa hora tenía misa.
Por suerte no la tuvo que impartir él, cosa que casi había dado por cierta mientras bajaba las escaleras, tal se estaban poniendo las cosas.
En la iglesia, el viejo anciano en blanco y negro de la voz contundente, el director, transfigurado en sacerdote, se hallaba en el altar, con los brazos abiertos.
-...Atended hijos míos, a lo que os enseña mi sabiduría, e inclinad vuestros oídos a los documentos de mi prudencia...
Benigno, prudente, se ubicó en uno de los bancos más alejados del púlpito. Delante se hallaba toda la turba de Tercero B, tan calladitos ahora, se admiró. En su mismo banco, algo más cerca del pasillo, otro profesor, con quien había intercambiado algunos pareceres el pasado viernes. Le había caído bien. Pensó que era uno de los suyos. Un iniciado.
-...el impío será presa de sus mismas iniquidades y quedará enredado en los lazos de su pecado. Al fin él morirá infelizmente, porque deshechó la amonestación, y se hallará engañado por el exceso de su locura.
.
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Insomnios

La realidad se me cayó una noche
y quedó hecha añicos
como espejo.
Cual puzzle voy pegando sus trocitos para ver.
No sé si hago bien.
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Brochazos

domingo, 19 de abril de 2009

El boleto (Novela por entregas: -II-)

Era la misma clase del primer día. Pudo reconocer algún que otro rostro.
Cerró la puerta tras él, subió altivo a la tarima, se sentó desenfadado sobre la esquina de la mesa. Lanzó amenazador una mirada sobre la clase y comprobó, aterrado, que nadie había dejado de hablar desde su entrada.
Dio un primer grito y el volumen de ruido disminuyó lo suficiente como para hacerse entender.
No era parte de la estrategia, pero al ver sobre la mesa unos papeles con nombres y apellidos se aferró a la tarea de pasar lista como a una primera tabla de salvación. Al nombrar a voz en grito los primeros apellidos la masa calló. Con mucha más seguridad continuó enunciando el listado y tras un inicio prometedor se topó con los García. La sucesión prosiguió su curso sin alteraciones hasta que, de pronto, leyó García Martillo, Iván, y recibió como respuesta alternativa al sí, aquí, con mano alzada, un prefiero que me llame Iván, sin mano ni nada, acompañado, eso sí, de un sonoro coro de carcajadas. Benigno miró al alumno Martillo y comprendió que un nuevo problema había nacido para´él. Más aun cuando reparó en el detalle de que Iván Martillo rasgaba ruidosamente el papel albal de un bocadillo con la evidente intención de comérselo. Benigno pensó que parecida situación la había leído en un libro no hacía mucho. Un alumno desafiando al profesor con un bocadillo. Pero por más que devanó sus sesos en busca de la salida, la solución al enigma no se le aparecía ni en forma remota.
-Sabes que está prohibido comer en clase. Guarda eso, tú -dijo acercándose con lentitud al díscolo.
-Tengo hambre, maestro -esgrimió el alumno.
Cuando Benigno se encontró a la altura del pupitre que ocupaba Iván Martillo, mediante una resuelta maniobra que lo sorpendió a sí mismo, logró hacerse inopinadamente con el bollo.
La clase entera lo observaba todo en expectante silencio. El maestro y el bocadillo. El aroma le hizo saber que se trataba de mortadela y, sin más, le pegó un buen bocado ante el ohhh patidifuso del aula. Masticó con pericia la pieza y por fin, envolviendo delicadamente el resto, se lo entregó a Iván Martillo, quien, con gesto de sincera admiración se limitó a decir:
-Uno a cero para usted, maestro.

sábado, 18 de abril de 2009

A la sazón.

Hoy es hoy,
con todas sus consecuencias.
A partir de ahí podría ser
mañana.
Pregunto.
Mañana. Que nunca existe.
Que no palparemos jamás,
de la que nunca podremos estar, no sé,
al cabo de la calle.
Y el pasado que ya fue.
Ya asistió.
(Me duelen las manos de no tocarte)
Murió, cayó y resbaló entre mis dedos.
Lo vi marcharse.
Y yo existo ahora. Aquí resido.
Riego las plantas. Me tiendo al sol.
Disfruto de sartenes, y aromas, y sabores.
Descanso.
Sucedo. Sin más explicación.
Ayer, hoy, incluso mañana.

Alabras

Pianuelo de alocados bichos
entre bafles,
que aparecen y silban
de mi garganta
a un castillo entre nubes,
y un viento
que lo aligera todo.
.
Se abre en par la lluvia
y los cobijos
son espuelas que nos llaman
a repetir
una ceremonia
al uso.
.
Tras el infinito
un espejo
nos recuerda
el círculo vicioso.
.
Babirusa: cerdo salvaje que vive en Asia.

Castellar de la Frontera

jueves, 16 de abril de 2009

Amor

Hay una mujer.
Puedo oler su ostentación
de hembra y sudor,
su humedad completa.
Un paisaje quizás, qué importa,
un espacio lo enmarca todo.
Siempre hay miradas
y brisas
y horizontes
y manos que palpan.
El transcurrir y los cabellos,
la caricia y los gestos,
deslizarse y reir,
acontecer los días.
Aquel beso y el hábito. Sí.
.
El amor es un beso,
sólo uno
incrustado
que evocamos sin cesar
los amaneceres.
.
La palabra dice te amo, o lo pienso,
y el verbo se hace carne
y nuestros cuerpos palpados son tiempo
o experiencia.
Conocimiento y uso.
La destreza en el placer es quimérica y cierta.
.
Tocaremos ese color imposible del cielo -gritamos-,
tan tangible
ahora.
Viviremos -nos amamos-
unidos,
enlazados,
solidarios,
en un mundo prodigioso y compartido,
de espacios abiertos o siempre por abrir,
de cómplices espejos o enemigos,
y siluetas en proceso
incierto
junto al cuarto de aseo,
ventanas como huidas,
el sigilo de dos soledades,
teléfono de lluvias
y gastronomía humeante y familiar.
.
Construiremos nuestro lecho
sobre el beso único,
talismán de la creación,
con terraza incluida y colada al viento.
.
Brochazos

Lo que no es

Bulevar amplio y con árboles
frondosos,
de pianos las risas al fondo,
las cabinas repletas
de amantes,
recovecos cálidos en las palmas
sordas,
avenidas de ámbares en duda,
de jardines invitadas al mar las pugnas,
de palabras audaces
las factorías,
los pétalos
de niños en jauría ruidosa
y de colores.
.
Ventanas de gritos
de huracán,
veo,
de par en par abiertas,
filtros para cocodrilos tristes,
cenicientas de pies grandes
que son amadas
en mínimas alcobas,
bisuterías de carcajadas amplias,
contagiosas,
cuentas de cajeras sin cuadrar
que amanecen felices
en su saldo,
armarios de ropas que te quitas
-o tú, que te pones-,
besos con sabor de eso,
de gente irradiante son los aliños
de la multitud
frente a lo bello,
de pensamientos cual rosas
los albergues
son llenos,
de lluvia una mirada
cae
en mis ojos.
.
Y por fin, el humo
de mis labios
palpa con embeleso
usual
sin árboles el callejón estrecho.

Panorama mío

Lápices cual océanos insondables
penetran
el ordenador
con impulso de mis dedos,
amantes en celo.
.
La mesa negra: un juicio
complejo, permanente,
amontonado en su caos,
objetos pensantes sobre el negro de mis letras
-mudos a la música-
.
Y el tiempo un desgarro
de folios
y alcalinas,
que encienden barritas de mandos
ahora en tregua.
.
En otro ámbito es la fauna
congelada quien habita.
Restos de sudorosa vajilla
anhelan de sed,
y fuego de gas
en círculos
inhalo,
absorto,
con pan frente a imágenes.
.
Pinzas de prendas mojadas
es el mundo allá afuera, una silueta blanca.
Una torre incrustada en el cielo.
Un rumor de flores de viento.
Y el silencio después.
.
Alcalá de los Gazules

miércoles, 15 de abril de 2009

Atmósfera

La lluvia como cristalitos
frágiles o pompas
frescas
o afiladas piedras solidarias
abre en flor paraguas
sobre el asfalto,
evapora mi ser.
No soy,
nadie es
o andamos invisibles,
chubasqueros ensimismados,
pensamientos húmedos,
callados y atónitos
ojos cerrados,
viajando quizás
en túneles de infancia
con botas grandes y libres,
poderosas
de charcos de lodos,
alegrías saltimbanquis
efímeras y eternas,
gabardinas de colores,
risas mojadas, transparentes
carcajadas
y corazones impermeables y abiertos
al mar que cae del cielo.
Cristalitos de lluvia frágiles
me guían,
frescas pompas de agua
espabilan mi rostro,
afiladas piedras
dañan el recuerdo.

Brochazos.

Verbo Ser

Lo noto. Es. Somos.

Vivimos. Están y son.

El río es Manrique y Machado. El oso está y es.

Las gaviotas escudriñan leves,

o alzan vuelos.

Indaga el oso. Animal.

Todos somos.

Débiles, fuertes. O viva la vida.

Los pies amenazan, o avisan.

Tú eres mi nota musical que tintinea.

Mis brazos meriendan algunas tardes,

otras abrazan, aplauden. O no son.

La clavícula importuna al anochecer.

El ombligo se ombliga tanto

que casi no es.

Las piernas son un mundo indescifrable.

Algunas gritan o silencian. Ocultan su ser.

El cuerpo entero, el universo,

una fugacidad, un yo qué sé.

El sexo. Lo correcto. Aquello

que despeinan tus alas

o caricias.

Todo parece ser musica que fluye.

Todo parece ser. Cual osos y aves.

Manriques y Machados.

Y la pereza me aprieta un tendículo,

que no sé lo que es.

Enredos de familia

Ya véis, hoy tocan presentaciones. Aquí al lado os presento a my brother Antonio (tengo más, ya les tocará) y a Haru, a su lado, por sierras granadinas. Antonio es el gran culpable de que me haya iniciado en este mundo del blog. Él también es un gran bloguero (vaya palabreja) aunque últimamente lo tiene algo abandonado. Espero que se sorprenda gratamente al verse aquí retratado. En todo caso le mando un besazo de esos que quitan el hipo. Y a Haru también, que si no me ladra.

P.D: Su dire: antorasba.blogspot.com/ (Haruki está sentado en el pasillo)

martes, 14 de abril de 2009

La prensa al sol funde mi cerebelo

El adiós y las claves de un balance, como un poema desolado asomando tímido a unos labios. Mas no, es la política andaluza, y española, a modo de reflexión. Chaves siempre con ese, pero por siempre jamás, allí estará, o allá. Pero estar, estará. La fugaz lluvia resucita los desfiles procesionales ante el estupor de la multitud que oculta chucherías en los bolsillos para aflorar indecisos los paraguas. Ay, la devota madrugá nazarena. La crisis se ceba en Corín Tellado. Ella le dirá dos palabritas a don Miguel, de Cervantes, y quizás tengan sus más y sus menos, por aquello del recuento de lectores. Qué cosas. Tenemos sol y mar y guiris a tutiplén, pero nos falta un ave volátil que no ande en peligro de extinción. Con asombro de la concurrencia la prevaricación y Bambi desayunan carne cruda, y andan la mar de sanos. Pero no de la mano, no. No seamos malos. La diosa Isis alcanzará su esplendor junto a Obama. Ella en Baelo Claudia y él en Europa. A toda plana. Los hombres tranquilos aman la ópera, el cine negro, los caballos y a Tolstoi. Y a Andalucía, presidente sin votos, que dicen. Y es que la política es una ciencia, un arte y una cultura. Griñán dixit. Griñán, que suena a bocado.
Los morbosos, activos y pasivos, no se arrepentirán nunca, o no te arrepentirás tú, no sé, y una señora madurita busca algo esporádico, y también esporádica, va y te recoje. La doblez y la tramoya de la prensa patria. De la patria, vamos. Lamentable silencio sobre los tiempos perdidos en hacer algo. Algo. Contra algo o a favor de algo. Pero algo. Que la crisis aprieta y ahoga, no como Deus santísimo. Y apariciones furtivas en la alcancía, a manos llenas. De todo color. La mesa oval opina que la deuda ya es histórica, cuando no simplemente historia, a la par que los mobiliarios urbanos presentan sus quejas y los toros se reivindican en la sierra gaditana, como colofón a la semana buena, buenísima. Vamos, una santa. Por cierto, Nadine y los suyos me gusta como título para mi próxima novela. Ediciones Chiclana City.
En fin, solos, pero en buena compañía.

domingo, 12 de abril de 2009

Casi ayer

Ayer.
En el pasado.
Casi ayer.
Yo atesoraba un ánimo cálido, un aliento
que abrazaba
en noches frías.
Lo mantenía a buen recaudo.
Recordad, era mi tesoro más preciado.
Lo preservaba -vaya intento- de aires tóxicos,
de esas esquinas que ofrecen ecos y confunden,
de los espejos del callejón,
y de los gatos también. Algunos arañan.
Ya véis, iluso, lo resguardaba de retintines resbaladizos
y arriesgados -esos abismos-,
de lo frágil de mis meandros
en las riadas
cotidianas y rutinarias.
Imaginad entonces cuán loco intentaba conservarlo
en las avenidas inesperadas,
en esos desbordamientos súbitos y atroces.
Tan delicado.
Ayer.
En el pasado.
Casi ayer.
Yo poseía una certeza -vaya creencia-
adormilada junto a mí los atardeceres.
Tan próxima.
Nos alimentábamos con una infusión cálida.
Y reíamos.
En el pasado.
Casi ayer.

jueves, 9 de abril de 2009

El boleto (Novela por entregas: -I-)

El móvil sonó con insistencia y, no se sabe muy bien si las ánimas benditas o el mismísimo belcebú, aunque más bien nos inclinaríamos por este último, consiguieron de alguna forma que Benigno se levantase a responder la llamada. Algo habría de ser, pues, según comunicaba el despertador electrónico, eran las ocho de la mañana, y Benigno no tenía costumbre a esas horas.
Al otro lado una voz contundente aseguraba sin margen para la réplica que a las nueve en punto había de presentarse ante el director de un centro escolar de cuyo nombre sería mejor no acordarse.
Le incorporaban a la plantilla para impartir clases. Tin, tin, tin, fue lo último que sonó en sus oídos.
La reacción de Benigno fue mecánica. Se incorporó y abrió la ventana del dormitorio. Contempló los azules variantes de océano y cielo.
Amanecía.
Su nebulosa mente intuyó que a alguno de sus incontables currículos enviados le habrían hecho caso. Fue a la cocina. Preparó café. Con éste recién hecho se sentó en la terraza. Lo tomó.
Ducharse, enjuagar la boca, vestirse. Todo ello como si fueran ajenas a él tales actividades, y él permaneciese entre las sábanas, soñando que el móvil sonaba con insistencia.
Se lanzó una última mirada al espejo.
Todo correcto, incluso los nervios agujereándole el estómago. Todo muy adecuado a la situación.
Durante el trayecto hacia el instituto, que distaba una media hora, Benigno fue topándose con los titulares de la prensa expuestos a la calle en diferentes establecimientos. Terremoto financiero. Derrumbe histórico. Naufragio en Wall Street. Pánico.
.
.
El despacho del centro escolar era pequeño, más bien minúsculo, de una austeridad oscura y antigua, frío, casi en blanco y negro.
Benigno se sentó frente al director, sobre cuya cabeza un enorme crucifijo parecía abarcarlo todo.
El director, un hombre viejo, oscuro y antiguo también, casi también en blanco y negro, lo miró de forma inquisidora y sin más comenzó a hablar de horarios, de finalidades educativas, de actividades, de responsabilidades, de vocaciones...
La contundencia con que aquella voz iba emitiendo sus palabras lo convenció de que ya conocía él aquel tono. Tal detalle no consiguió tranquilizarlo, pero sí lo hizo el hecho de que el tiempo transcurriese y su imagen -pelo alborotado, pirsin en una ceja, vaqueros rasgados, rostro somnoliento...- y sus pensamientos, derrumbe, naufragio, terremoto, pánico, que él creía translúcidos, no hicieran mella alguna en el tono de aquella contundencia que le peroraba delante. Permanecía exactamente igual que diez minutos antes.
Sí le preocupó seriamente lo que la voz contundente expulsó, junto con gotitas salivares, por fin:
-Diríjase ahora mismo a ver a los de Tercero B, le esperan.
.
.
La vida es como te llega y, a veces, no hay más que asumirla, reflexionaba Benigno pálidamente una vez fue informado de dónde se hallaba tal clase, y arrastraba sus pasos hacia allí por laberínticos pasillos.
Cuando por fin dio con el aula y entró en ella, entrevió cuarenta y tantos rostros insondables que le observaban enmarañados y caóticos. Un enorme deseo se apoderó de su interior en aquel instante: inmiscuirse en aquella masa granulosa, sentarse entre ellos, mimetizarse...
-Buenos días. Me llamo Parra. Benigno Parra, -dijo a voz en grito, en un intento desesperado de reafirmarse en su verdadera situación y subrayar su potestad docente. El silencio que recibió como respuesta le agradó. Le pareció bien que nadie objetara nada.
Tras ello soltó una arenga tan improvisada como ineludible en tales circunstancias: cómo sería el curso que comenzaba, qué normas él no iba a estar dispuesto a que no se cumplieran a rajatabla, cuáles eran las finalidades educativas del centro, los horarios, las actividades, las resposabilidades, las vocaciones...
Todo esto último le permitió ya apreciar rostros más definidos. Y todos ellos parecían ofrecerle muecas sospechosas.
Eso sí, era viernes, un día pedagógicamente perfecto para iniciar un curso escolar, y Benigno no se resistió a invitarles, pues se trataba del primer día y no quedaban más que unos quince minutos para el recreo, a que se marchasen tan contentos a alborotar al patio.
.
.
-Tan sencillo como pajearse, reía Ben narrándole a Cúter cómo sería su labor educativa del lunes en adelante.
Habían quedado en una cervecería del centro para celebrar la nueva noticia.
-Lo que yo te diga, tú -se rafirmaba Ben envanecido frente a una nueva ronda de cervezas.
Cúter lo observaba divertido.
-La enseñanza está bien pagada, ¿no? -dijo sin disimular la nítida envidia instalada ya en él y que claramente sería su compañera de viaje aquella noche.
-No sé, unos mil quinientos al mes, tú.
-Joder. Un potentado vas a ser.
-El que vale, vale, chaval. Y es más, te diré, un buen magister es lo que necesitan esos adolescentes perdidos y desorientados, y eso, eso, eso es que no tiene precio y...
-Ya, ya. Oye, pero ¿no dejarás lo de la radio?, ¿verdad? Yo es lo único que pillo ahora y...
Benigno y Cúter se habían conocido haría unos ocho años. Benigno nació en Sevilla, pero pasó gran parte de su infancia trasladándose de ciudad en ciudad. A los once o doce años su padre se instaló definitivamente en Galicia, concretamente en A Pobra do Caramiñal, un pueblecito de A Coruña. Allí estuvo hasta que acabó de estudiar COU y decidió, pues la relación con su padre se había hecho insoportable, venirse a Cádiz , a la Universidad. Tenía sus ahorrillos y, algo también de mucho peso, un tío muy majo llamado Paco "el largo" , dispuesto siempre a darle cuartelillo. Al poco de instalarse en Cádiz, una noche de parranda, se vio inmiscuido en una bronca desagradable al abandonar una discoteca de la que le sacó un tipo al que no conocía de nada, pero que, sin duda, le libró de recibir una buena tunda. Era Cúter.
-Bien, bueno, y ¿qué es lo que va a enseñar el catedrático?
-Eso es lo de menos, tú. Soy un libro abierto, ¿sabes?, un conglomerado de conocimientos y...
Y la euforia mágica y nocturna los fue envolviendo, paulatina y despreocupadamente, aquella velada de celebración y goce. Tras las primeras cervezas salieron a la ciudad y siguieron su habitual itinerario de las noches gaditanas. Así, la inicial pareja de amigos iría transformándose casi imperceptiblemente en un tumultuoso grupo risueño de unos veinticincoañeros intercambiando sus esperanzadas vidas, sus proyectos, sus presentes, sus futuros...
En uno de los garitos que visitaron conversaron largamente con un grupo de chicas, que se unieron a ellos, y que ya en la embriaguez final danzarían todos juntos, alocados y caóticos en los resplandores de alguna disco.
Con los primeros rayos de sol la maravillosa pandilla se iría fraccionando en diversas células de cuatro, tres, dos e incluso una soledad, que regresaban zigzagueantes a sus casas.
Aquella noche Ben y Cúter se unieron también en la retirada.
A Cúter el alcohol y la noticia del nuevo empleo de Ben le hacían sentirse melancólico y no paró de evocar los quiméricos proyectos que habían maquinado durante tiempo para hacerse multimillonarios.
-¿Recuerdas? Los fósforos de madera reciclables, qué pasada. ¿Por qué los tirará la gente?
-Sí, y ese spray con el que pintaríamos el cielo. Muy fuerte, tú.
Para Cúter su amistad con Ben fue todo un descubrimiento, un inesperado hallazgo en su vida, divertido y amplio, un nuevo mundo abierto ante sus ojos. Hasta entonces su biografía se había circunscrito a los deslizantes trapicheos del mundo de las drogas, a la precariedad de algún trabajo, a la amputación de los límites del barrio, a sobrevivir junto a su novia de toda la vida.
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El mediodia recibió a Benigno incrustrado entre las sábanas y con una frase insertada en su mente. Una frase que le dolía. Tan sencillo como pajearse, y unas risas. Y un rostro de mujer. O dos. Todo repitiéndose de forma obsesiva y circular.
Tras enjuagarse la cara, se observó en el espejo. Hizo muecas y los ojos bien abiertos recibieron su imagen espantada. Y una buena bofetada de realidad.
-Educación para la Ciudadanía, -balbuceó.
Era la asignatura que debía impartir a partir del lunes y, como por arte de birlibirloque, como revelación emanada del cielo, como certeza ocultada con deliberación, cayó en la cuenta improrrogable de que no era ella precisamente su fuerte. De hecho, no tenía mayor idea de su contenido que de aquello de lo que había oído hablar, básicamente la extraña polémica generada a su alrededor. Pero en realidad no sabía de qué rayos trataba. Así era Benigno, un alma cándida y perdida. Caído del guindo, vamos.
-Educar a ciudadanos, -se dijo.
La mañana iba de descubrimientos y reveses tardíos y encubiertos y el siguiente consistió en comprobar que en el instituto aquel nadie había tenido el bonito detalle de facilitarle un triste programa, librillo, papel o pergamino arrugado acerca de qué coño debía enseñar Benigno Parra.
Buscó por el apartamento algún texto que explicara algo acerca de las buenas costumbres, la urbanidad, la cortesía o algo por el estilo. Tras una ardua pesquisa, hundido en el fondo del más olvidado cajón, apareció, habitado por abundantes cortapichas, un asomo de lo que buscaba. Urbanity and refinement (Elemental Course)
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Sábado y domingo los pasó Benigno at work, pues aquella labor le resultó bien espinosa. Haría unos cinco años que no se las veía con un libro en anglosajón y hubo de adaptarse a la faena. Una vez con la lesson one bien aprendida, se sirvió una cerveza bien fría con la que salió a la terraza del apartamento, un doceavo en primera línea de playa que su tío "el largo" le pasaba durante el curso escolar, y alquilaba en temporada de verano.
Desde la terraza una impresionante vista de la playa de Cádiz se ofrecía ante él y sus pensamientos se dejaron llevar por ella y la suave brisa nocturna. Pensaría en Cúter. Y en los rostros de mujer.
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A las siete y media caminaba Benigno hacia el Instituto medio en sueños, con su problema , la clase a dar, y su estratégica solución, cómo darla, revoloteándole la cabeza.
Al llegar subió a la Sala de Profesores, dio los buenos días y recibió un pasmo.
-No, los buenos días son abajo, -le dijo un tipo sentado, con un libro abierto ante sí.
Efectivamente. Gesto tan civilizado lo habían convertido allí en una especie de previo aviso a navegantes de lo que se les avecinaba a todos.
El director, subido en una banqueta, daba unos amenazantes buenos días a todos los allí presentes. Con su contundencia acostumbrada.
-El temor del Señor es el principio de la sabiduría. Los insensatos desprecian la sabiduría y la doctrina. Vosotros, hijos míos, escuchad las correcciones de vuestro padre, y no desechéis las advertencias de vuestra madre. Ellas serán para vosotros como una corona para vuestra cabeza, y como un collar precioso para vuestro cuello. Hijos míos, por más que os halaguen los pecadores, no condescendáis con ellos...
Aquellas palabras fueron rebotando sin sentido en la mente de Benigno, ocupadísima en su problema y la estrategia a seguir.
-...la sabiduría enseña en público: levanta su voz en medio de las plazas; se hace oir en los concursos de gente; expone sus útiles documentos en las puertas de la ciudad, y dice a todos los hombres: ¿hasta cuándo, a manera de párvulos habéis de amar las niñerías?, ¿hasta cuándo, necios, apeteceréis las cosas que os son nocivas; e, imprudentes aborreceréis la sabiduría?...
Al cabo, la contundencia dejó paso a los corrillos de voces que se difuminaron lentamente hacia sus respectivas aulas.
Benigno regresó a la sala de profesores, bastante concurrida ya. Se sentó en una esquina de la gran mesa que ocupaba casi por entero la habitación e hizo como aquel que tiene tanto que enseñar, que está tan ocupado con tanta información para inculcar, con tal cantidad, en fin, que siquiera podía alzar los ojos, presentarse o saludar. Era parte de la estrategia. Ganar tiempo y no distraerse.
Cuando quedó a solas extrajo de su carpeta el único papel útil de todo aquel maremágnum que había esparcido sobre la mesa. Era el esquema de la Lesson one. Le echó un último vistazo, y ya caminando por los laberintos, lo volvió a memorizar.


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martes, 7 de abril de 2009

Desde mi balcón (Martes Santo)

Nacen de mí.
Al paso repicante
de doncellas bajo palio
y hombres en cruz,
la masa en fibra,
en pura raiz.
Inclinaciones, reflexiones serias,
juicios y tendencias,
cavilaciones y máximas,
algún proverbio,
axiomas, adagios.
Intrincadas moralejas.
Los veo nacer.
Mas ellos se afianzan
tan débiles
como una brizna.
Los siento hormiguear en mis cabellos,
asomarse a mis ojos
a la espera de brisas nocturnas.
Les doy legañas
o una lágrima dulce.
Algunos se desvanecen sin más,
caen a la hierbabuena, a las fresas, al asfalto.
Otros crecen y se hacen bellos, hercúleos,
nervudos y pujantes.
Explotan como pompas.
Los quiméricos, en su capricho,
hacen cosquillas en los labios
y me afanan sonrisas, y bailan.
Aletean como pececillos
en océanos bravos.

Cuando la música calla.

Crisis

Lo ideal en estos casos
sería morirse de muerte natural,
hacer un gesto agrio,
estirarse
definitivamente,
y marchar con cuidado
para que nadie pueda
darse por ofendido.
Pero ello no es posible
sin contar con Dios Padre
-y los restantes.
Por eso
-frío en la calle, tedio
en los que pasan-
permanezco en mi sitio, y vivo
-corazón asediado por el llanto-
mi hora la terrible:
la que aún no ha sonado.

Ángel González Sin esperanza, sin convencimiento

Paréntesis

aun siquiera un mil de maneras o modos
podrían segurar
que mis palmadas no están, brillantes,
puestas en tu seno.
aun siquiera y aun más los cabellos de ti
rebosan una explosión de aroma que se pierde
hacia los pasos
como una vertiginosa cola negra de caballo.
aun siquiera ni aun tampoco estás dispuesta a yo,
que soy un halo amarillo, a veces alegre,
como un holadiós sin término.
aun nunca, quizás, porque el recuerdo fue
estaremos en el dioscuro incierto
de unos soles, unos mares,
unos cuerpos que eyaculan juntamente separados.

y aun siempre, porque el adverbio aguarda eterno,
inseparable.

Brochazos.

domingo, 5 de abril de 2009

Donde hay capitán, no manda marinero (Cosas de mudanzas)

En morada vacía no hay alma que quepa,
os lo aseguro,
pues rebosa recuerdos,
evocaciones,
equívocos,
ecos.
Alusiones.
Y aún más si son los tuyos.
Y tienes alma,
tú.

En casa repleta no hay cuerpo que consiga
explicarse.
Lo afirmo.
Pues existen trastos,
cachivaches,
enredos,
atascos...
Es más: habitan codornices mojadas del desierto.
Y quizás nada es tuyo.

Y a saber qué cosa es el alma.