martes, 8 de diciembre de 2009

7 - Hacia el comedor...






Badián Parra siempre se había visto a sí mismo como un desatino de la naturaleza, un renglón bien retorcido, una pifia divina.
Y probablemente lo fuera. Al menos en lo tocante al aspecto físico de su rostro, como ya hemos podido comprobar, y también a una mente, digamos, algo particular, quizás insólita, desarrollada con enraizada y tenaz naturalidad junto a ese revés de su fisonomía. Pero a pesar de ello, o precisamente por ello, cuando sus instintos oscuros y destructivos se lo permitían, o si acaso su nemotécnica terapia funcionaba, se mostraba definitivamente determinado a sacarle la mayor ganancia a su existencia. A no malograr el más mínimo asidero que ésta le brindara.
Y para ello Badián se atenía a los patrones clásicos, y así, la conjunción de las tres palabras mágicas conformaría por siempre la omnipresente finalidad de su incógnito porvenir.
Esta era pues su elemental filosofía de la vida a sus recién cumplidos dieciocho años, que él mismo definiría en la posterior sesión con la doctora Bermejo como un cúmulo de irregularidades, contradicciones e inconsecuencias existenciales, salpicadas de instantes gloriosos envueltos en ciertas aproximaciones a la belleza y a los gozos efímeros, todo ello anidando junto a unos padres igualmente irregulares, contradictorios e inconsecuentes, irrigados ellos con memorable tesón en procurar a su único vástago soplos de ternura, tolerancia y comprensión.
El acontecimiento de la mayoría de edad le había permitido tres días atrás abandonar felizmente, como ya vimos, la casa de sus progenitores en Barcelona, con la intención insensata de encontrarse, en la otra punta del país, con su amigo Cúter, quien le había hablado de una azarosa posibilidad de trabajo.
Resulta obvio que la puesta en práctica de los planes de Badián había comenzado con mal pie. Y que lo único cierto y tangible de aquellas oscuras peripecias (que aún él mismo no alcanzaba a explicarse, pues nunca antes se le fueron la mano y la cabeza de tal manera) era su estancia en la especie de hospicio o clínica benéfica que ahora lo acogía.
Y, no menos cierto y tangible era también, que en este pequeño e inquietante cosmos lo creían un enfermo, que él desde luego pensaba no ser.
Mas necesitaba ganar tiempo. Lo había perdido todo. No tenía dinero, sitio a dónde ir, nadie a quién llamar.
Así pues, recogió decidido aquel documento que descansaba sobre el lecho y le estampó la firma y rúbrica que autorizaban a la doctora Bermejo a iniciar con él aquel tratamiento de desintoxicación.

 

El horario de comidas lo leyó Badián en un viejo papel fijado a la puerta de la habitación con dos tiras de papel adherente. Hacía dos días que no probaba bocado.
Desayuno a las ocho, almuerzo a las dos y cena a las diez, leyó para sí.
Todas tenían lugar en una sala de la planta baja, guarnecida de frigorífico, un mueble antiguo con vasos, platos y cubiertos, una pequeña mesa donde se servía a cada cual la pitanza y otras dos más grandes con sillas para diez personas.
Cuando apareció Badián a eso de las dos y algo ya todos los comensales se hallaban sentados a la mesa y almorzaban animadamente.

*: para facilitar la lectura, e ir desde el principio hasta lo último publicado, a la derecha tenéis un enlace en el que podréis leer, releer, subir o bajar con mayor facilidad. Haced clic sobre la imagen justo encima de: "Donde se cuentan las ocurrencias..."

Foto: jose rasero

11 comentarios:

Carmela dijo...

Muy bien, como siempre, espero poder seguir leyendo esta historia que cada vez me atrapa un poco más.
Muchos besetes!!

Unknown dijo...

BESOS Y HASTA EL PRÓXIMO MARTES

Tempus fugit dijo...

¡Sigue prometiendo la historia! (¿nos tendremos que "desintoxicar" de la adicción a leerte?)


un abrazo

Soledad Arrieta dijo...

Amigo, cada vez te leo mejor, cada vez me asombro más de pequeños detalles dentro de un gran texto que ya se me está volviendo adictivo.
Espero la próxima entrega,
Muchos cariños!

Unknown dijo...

Al ser hoy festivo, bien creí que cambiarías de día, pero eres fiel a tu cita y a la nuestra.

Encantada de seguir leyendo esta historia.

Saludos,

Belkis dijo...

Me alegra poder darle continuidad a la historia, que se va poniendo la mar de interesante.
Un abrazo Jose y feiz resto de semana.

ARIADNA dijo...

HOY VINE PUNTUAL A LEER LA CONTINUACIÓN, SIEMPRE ME QUEDO CON GANAS DE MÁS... ES COMO CUANDO TOMAS UN LIBRO Y NO QUIERES DEJAR DE LEER NI PARA IR A COMER.... PERO BUENO ESPERO AL PROXIMO CAPITULO, UN ABRAZOOOOO

Pluma Roja dijo...

Vine un poco tarde, pero no me pierdo el sigiente capítulo. Siempre estoy presente. Nos vemos el martes.

Saludos cordiales.

Hasta pronto amigo.

josé rasero dijo...

Muchas gracias a tod@s por seguirme!!!!

ANRAFERA dijo...

Buen artículo. Lo seguiré. Saludos.

Agustín Molina dijo...

Me gusta la historia... Badián se debe sentir casi en un hotel "all inclusive"!