martes, 2 de marzo de 2010

18 - En ausencia...












La enfermera Águeda era una jovencita florida, de presencia alegre y cercana, siempre radiante y parlanchina.
No esa noche.
Sobre la sala comedor de la planta baja, con su frigorífico, su viejo mueble de madera para la vajilla y la cubertería, sus mesas, sus comensales, planeaba como un espectro la mala conciencia colectiva originada por la ausencia del Tasca.
La habitación parecía aún más sombría que por la mañana, a la luz ahora de los dos tubos de neón que se alineaban paralelos en el techo.
Águeda ya les había servido a todos la cena -en un silencio contagioso que parecía ralentizar los movimientos, los gestos, que amplificaba incómodamente cualquier sonido inevitable, choque de cubiertos, toses, el crujir de una silla- y preparaba en su mesa los vasos con las respectivas pastillas.
Nada más entrar les había notificado, con la humedad asomándole en la mirada, que al Tasca lo habían ingresado en un hospital cercano, con fractura del tabique nasal. Que regresaría en uno o dos días, había dicho.
Después no volvió a pronunciar palabra. Nunca antes había sucedido algo como aquello.
Badián, sentado a la misma mesa que por la mañana, tenía frente a sí a Zoe y a don Jenaro, que cenaban distantes, como idos. También como esa misma mañana la otra mesa estaba completa y en ella vio –ahora sí- a Laslo, sentado junto a Rubí, susurrándole cosas al oído que la hacían esbozar brotes de risitas, que ella hacía esfuerzos por reprimir, pensando en la ausencia tan presente, intimidada por el silencio abrumador.
Se fijó Badián también en los otros tres ejemplares, a los que escudriñó entre tanto con sumo detenimiento, para no llevarse más sobresaltos en adelante.
Los observó, eso sí, con la mirada de su humillación reciente, desde la inquina que palpitaba fresca en su interior, a través del tamiz de la desolación en que se veía recluido por ese amor que, sin haber siquiera germinado, apenas esbozado en sus cálidos delirios, le acababan de mutilar y exponer como inalcanzable ante sus ojos y oídos, por siempre jamás.


*: para facilitar la lectura, e ir desde el principio hasta lo último publicado, a la derecha tenéis un enlace en el que podréis leer, releer, subir o bajar con mayor facilidad. Haced clic sobre la imagen justo encima de: "Donde se cuentan las ocurrencias..."


Foto: jose rasero

6 comentarios:

Felipe Medina dijo...

José,me gusta mucho como escribes.Para mi gusto tus narraciones combinan muy bien los tiempos y la estructura descriptiva.

Saludos

Alejandro dijo...

Gran prosa, me gusto mucho la parte en que contas el clima en la mesa. Como se escuchaba hasta el mas minimo ruido por el silencio sepulcral.

Cris dijo...

Qué bonita la última frase!
Seguimos con esto...

Mtx dijo...

Notoria la ausencia del Tasca, como la tuya en esta ocasion.
Besos

Zayi Hernández dijo...

Hasta los hombres más valientes se chorrean cuando tienen el amor frente a sus ojos... Muy bueno José!
Besitos.

Belkis dijo...

Pobre Badian, ha tenido que dejar ir el amor sin aún haber llegado. Triste, pero bello el derrotero que toma la historia. Cada día me gusta mas.
Un cariñoso abrazo Jose.