sábado, 29 de mayo de 2010

Deconstrucción

háblalo.

por oscuro,
tan pleno de,
que andas,
y no ves.


por eso, cómplice,  acerca el ojo
abierto
que pasa.
y que ves.


por el animal, que no más que
vive.


las voces detienen su paso
ante el abrazo,
o el silencio.
y el viento  es música y metal.
un atril es espejo,
y mi ventana.


por el hombre subido a la palmera.
dice oir
chirridos de la tierra
cuando gira.


todos  hemos puesto oído al suelo.
por el pálpito gigante
que nadie vio.

¿crees saber algo?

las raíces  de los dioses
humanos,
como surcos en nuestra mano abierta.


donde el paraíso brote cada segundo como broma
sombría,
repleta de tickets y tinta suelta.


donde pisen y se hundan enrabietados ángeles ya por sí
caídos.
donde la voz humana sea un eco infinito

que no entiendas.

ve allí.

y háblalo.

viernes, 28 de mayo de 2010

martes, 25 de mayo de 2010

30 - Los alegres mensajeros







La plática del director igual se aproximaba a ciertos aspectos argumentales que un inesperado giro la alejaba con brusquedad hacia otros conceptos o materias, como si ambos, don Jesús y Badián, estuvieran observando la malla que se desplegaba ante sus mentes a través del ocular de un microscopio, y fuera el doctor quien guiase al joven mediante un enloquecido juego de zoom en aquel género de viaje iniciático.
Poco a poco llegará a algo concreto, tangible, fantaseó Badián, medio hipnotizado por aquel  galimatías de prodigios, pero aún con la lucidez suficiente como para ir atando los cabos que le quedaron sueltos tras la conversación con Madame Clora (¿Qué había llevado a la doctora Bermejo a pensar que era él un enfermo? ¿Cómo no había detectado que lo suyo no pasaba de ser una mentecata y temeraria cogorza? ¿Por qué incluso el Tasca lo creía también, hasta el extremo de sentirse obligado a ser su ángel guardián?) y, por tanto, preservar un propósito muy nítido en su mente: largarse de allí.
-...el alcohol, por ejemplo...
Y la voz de terciopelo dibujaba finalmente unos círculos concéntricos que iban conformando poco a poco, en pequeñas pero definidas escalas jerárquicas, aquello que iba a ser comunicado.
-¿Sabes qué es la dopamina? ¿Has oído hablar de los mensajeros alegres de nuestro cerebro?...
Y el microscopio los acercaba a la cuestión expuesta, ejecutando con precisión milimétrica el enfoque óptimo.
-Las bases neurológicas de las dependencias, hijo... Es un hecho comprobado. La alteración en los niveles de dopamina, nuestros felices mensajeros, en determinadas áreas cerebrales son el principal causante de las adicciones, ya ves... -la voz del director, sin abandonar su tersura, iba adquiriendo poco a poco cierto tono de excitación-... por lo que has de saber que todas las experiencias que como seres humanos encontramos placenteras, tales como escuchar música, comer marisco, hacer el amor, y demás, todas, se deben sencillamente a un colosal aumento, a una especie de fenomenal explosión, de big bang de la dopamina en nuestro cerebro, una gran fiesta de neurotransmisores...
Llegado a este punto el director detuvo su disertación e hizo una señal a la doctora. Quería beber agua, y aprovechó para secarse la frente sudorosa.
Badián observaba a aquel hombre  ahora  silencioso con creciente inquietud, viéndose inmerso sin remedio en una ratonera de compleja escapatoria. Sin embargo, la curiosidad por saber en qué acabaría todo aquello resultó ser más poderosa que cualquier temor.
La doctora Bermejo salió con tal rapidez que en un nada estaba de vuelta con una botella y un vaso de plástico en sus manos.
Abrió la botella, llenó el vaso y se lo acercó al director, que bebió su contenido lentamente.
-Está demostrado que el aumento, por medio de la ingeniería genética, de los receptores D2 para la dopamina en ciertos mamíferos reduce con evidencia su consumo de alcohol, pues actúan haciendo desaparecer  las ganas de beber, ya que de por sí, con su alegría, nos hacen sentirnos bien... simple, ¿verdad?... -don Jesús Amiano, tras dejar el vaso sobre la mesilla, retomaba su exposición con renovadas fuerzas.
-...sería mi colega, el eminente doctor Panayotis Thanos, quien utilizara por vez primera un virus para transportar las copias del gen DRD2 a la zona del cerebro coligada a los efectos del alcohol en nuestro organismo... ¿comprendes?, es sencillo, hijo, las copias permiten a las células cerebrales fabricar un mayor número de receptores, y de este modo habremos conseguido el objetivo:  nuestros alegres mensajeros conseguirán que no necesitemos de las bebidas alcohólicas y, por tanto, como ya te he expuesto, reduzcamos, o incluso finiquitemos su consumo...
-...ha dicho en ciertos mamíferos, pero no en el ser humano, ¿cierto, director?... –preguntó Badián que -ahora sí- no pensaba ya en otra cosa que no fuera cómo y en qué momento escapar de allí.



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Fotos: jose rasero

domingo, 16 de mayo de 2010

29 - El director Amiano





No llevaba placa alguna que lo identificara, pero su sola presencia irradiaba un aire de obvia autoridad.
La doctora, que de un respingo se había puesto en pie, suspiró de alivio.
-...por fin... ¡director! –exclamó, dejando escapar toda la tensión acumulada y acercándose a él, solícita.
-Le hice una llamada, le mandé un mensaje, señor, ya no sabía qué hacer...-se explicaba aturdida, sus ojos delatando una confusa fascinación hacia aquella persona.
Pasó presta a relatarle todo lo sucedido durante la entrevista, en susurros, alzándose para llegar a la altura de su oído, mientras el hombre, que se afanaba en mantener las distancias, fijaba su azul, firme y pensativa mirada en la figura de Badián, a quien la doctora señalaba todo el tiempo, bien con la vista, bien con un dedo inquisidor.
Éste, sentado de nuevo en el borde de la cama, había rasgado el pequeño sobre blanco y sacado de él un trocito de papel en el que, también en una letra minúscula, leyó:
“Por tu bien, lárgate de aquí. Madame Clora”
-...¡no se ponga histérica, doctora! -profirió con toda claridad el director, con una voz suave, pero enérgica, sustentada en todo momento por una afable sonrisa.
La voz y el rostro de un seductor, pensó sin saber muy bien por qué Badián, que ocultó en sus bolsillos el sobre y la nota, al ver que el director se dirigía hacia él, y tomaba asiento a su lado.
-Hola Badián. Soy Jesús Amiano, el director de la clínica... -se presentó, tendiéndole una mano que Badián estrechó con fuerza- Ya me ha comentado la doctora Bermejo que eres un chico muy listo, hijo, y además, y esto lo añado yo, pues no hay más que verte, mejor  persona...
Y así comenzó aquel hombre -que tan asombrosamente ganaba juventud, fuerzas y atractivo en las distancias cortas- un discurso en el que fue hilvanando con maestría de perro viejo y excelencia de persona docta los halagos necesarios, la información pertinente, las anécdotas adecuadas e incluso las dosis de familiaridad precisas para ganarse la confianza de Badián.
Pero éste lo escucharía -avisado intuitivamente de aquel poder de seducción y recordando que ya sabía él que aquello iba a ser algo más que una simple cita médica- con todas las alarmas encendidas.
La tersa voz y el verbo fácil del doctor se refirieron de principio al, según su parecer, indiscutible designio con el que nace todo ser humano.
-Y tú has nacido para ayudar a la humanidad –aseguró en un tono solemne que Badián no supo bien cómo tomarse.
Las palabras brotaban en sus labios suaves y pausadas, entretejiendo de manera sutil una tela de araña de apariencia caótica en la que, en cambio, de pronto emergió con claridad prodigiosa y abrumadora lógica el argumento iniciático y a la postre fundamental de todo aquello: el mal endémico que las adicciones han supuesto en la larga historia de la humanidad.
-¡No sabes el daño tan enorme que significan para nuestro mundo! Moral ante todo, sin duda, pero económico también, hijo...
Badián se veía reflejado en los azules y claros ojos del doctor Amiano, en aquella mirada serena y perspicaz, sentado en el borde de la cama, con aquel mensaje quemándole el bolsillo, con aquellas palabras acariciando delicadamente su corazón.
-...y aunque el DSM haya sido criticado por algunos ignorantes e indocumentados, alegando de forma ridícula que se siquiatrizan en él las dificultades de la vida cotidiana con etiquetas médicas que solo buscan beneficiar a la industria farmacéutica, yo te aseguro, Badián, que este manual de diagnóstico es la auténtica e indiscutible biblia científica sobre la condición humana...
La red que el discurso del doctor iba urdiendo se hacía a cada sílaba, a cada voz, a cada frase, más densa y tupida. La -en apariencia- sinsentido serie de hilos temáticos o argumentales en que parecía bifurcarse, se hallaba sin embargo bien amarrada a una consistencia superior y definida de antemano, y por abajo, invisible y como ausente, la fibra sensible iba desplegando su relinga aplomada: aquella que se emplea para capturar peces.
Y para el director de la clínica, don Jesús Amiano, Badián Parra era el pez.


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Foto: jose rasero


poequÉ?

Continente y contenido.

El verso es un envase
en el que podemos verter mucha basura.


La prosa lo es, más   amplio, también. En él  pueden volar a solas, o a la par
o acomodadas  en la omniscencia
poesías azarosas,
o realmente tímidas.

              Y la basura.


Me encantan las t i r a s poéticas. Hay mucha música ahí. La palabra viñeta es poesía pura.
Me encanta saber que nunca sabré dónde
la poesía,
o la música
o los viceversas
me van a soltar un sopapo que me deje aturdido,
pensando cómo?,
no entendiendo nada pero no sé qué escalofrío,
o descubriendo un mundo de revelaciones o.

."



También amo los poemas redondos,

giran
y giran

________________en los  desiertos__________________

bajo
la banda sonora de  una peli


del oeste.

                                            ----------------------------------------

"Esto" es + o - un comentario que dejé en el blog de d.b, que efervescientemente les recomiendo.

martes, 11 de mayo de 2010

28 - Badián iluminado (III)





-...quizás fue en aquel momento que yo empecé a no creer en casi nada... no existían los reyes magos, pero microsoft sacaba la primera consola Xbox, y la pobre oveja Dolly  moría con seis años de vida, ya ve, qué mundo este de clones y replicantes sin magia real... en fin, doctora, todas estas minucias que le digo... ya he perdido el hilo... bueno, mire, en mi vida ha habido ciertas aproximaciones a la belleza, claro, cómo no, y a los deleites, digamos, efímeros, como por ejemplo conocer a una chica, y... bueno... ya sabe...
-Vamos, que soy doctora...
-...eso... pues... hacerlo con ella por primera vez, con torpeza infinita quizás, pero hacerlo, y sentirte bien, asquerosamente bien, felizmente sucio, ¡tan jodidamente humano con quince años!... qué cosas... qué animales que somos... después vinieron más, porque aunque mi cara dé asco mi cuerpo está bastante bien, ¿verdad, doctora?... bueno, no se moleste, vamos... continuaré... por el dos mil seis, doctora, año internacional de Mozart y de Rembrandt, y también de una ley antitabaco que cortó por lo sano el incipiente vicio que yo andaba adoptando, la sociedad general de autores denunciaba a frikipedia, ja, para que vea que hay cosas que no se han iniciado ayer, y además pues otros placeres como, qué sé yo... esconderse con una pandilla de niñatos  bajo una pasarela a verle las piernas y las bragas a las niñas, o escuchar música de Amy Winehouse a toda pastilla bailando como un maldito a escondidas en la habitación de casa... o jugar con Lara Croft, o simple y ñoñamente ir al cine a comer palomitas... ¿ya?... esto me aburre, doctora... además... ha conseguido que se me mezclen todos los recuerdos... ¿qué más quiere?...
-Haz un último esfuerzo, Badián... -pidió la doctora, que continuaba lanzando fugaces miradas a su reloj de pulsera.
-...bien, bien... pues ahora podría contarle que los dieciocho añitos de que me habla los he pasado en el nido, junto a unos papás, podríamos decir que, del mismo modo, también irregulares, contradictorios, inconsecuentes, aturdidos, como la vida misma, sabe, eso sí, inundados ellos de un memorable tesón que han acompañado siempre de las indispensables dosis familiares de ternura, de cierta tolerancia, de cierta comprensión.
Tras ésta última palabra Badián se interrumpió en seco.
Y, tras hundir la cara entre sus manos, como si se fuera a echar a llorar de un momento a otro, la alzó de nuevo y con la mirada perdida en el infinito continuó:
-...para llegar a esto que veis aquí, tan sólo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio. El éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento...
-¿Qué?... ¿qué ocurre ahora? –la doctora Bermejo, que había permanecido sentada en la silla junto a Badián con la barbilla encajada  en la palma de las manos, sus ojos agrandados y la boca entreabierta, comenzó a agitarlo  por los hombros y a pellizcarle las mejillas, pues su piel se había vuelto nívea de nuevo.
Badián la miró, como regresando de otro estadio vital.
-...¿ha visto, doctora?, ¿me ha oído?... esas últimas palabras... son versos de Ángel González, ¿lo sabe?, ¿lo ve?, ¡me ha hecho caer de nuevo en las repeticiones!, ¡no lo puedo controlar!, ¡a vueltas con la puta terapia!, ¡lo mismo que en el desayuno!, ¡y todo por culpa de sus gritos y bobadas!...
Badián se levantó con violencia resuelto  a salir de aquella habitación y de aquella clínica cuanto antes, pero entonces observó algo que hasta ese instante le había pasado desapercibido.
Sobre la mesita junto a la cama había un pequeño sobre blanco con unas minúsculas letras escritas en él. Lo cogió y se lo acercó a los ojos. Para Badián, leyó para sí.
Mientras realizaba esta acción se escucharon dos golpes secos en la puerta.
Se trataba de golpes retóricos, simple educación.
La puerta se abrió y accedió a la habitación aquel hombre mayor de pelo cano al que Badián se había aventurado a catalogar el día anterior al verlo hablar con la doctora, como hombre bueno, y al tiempo, como probable director de la clínica.
Vestía una inmaculada bata blanca y de cerca le pareció a Badián más joven, más alto, más fuerte. Menos bueno.


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Foto: jose rasero

martes, 4 de mayo de 2010

27 - Badián iluminado (II)




-¡¡Para ya... chico!! –explotó la doctora, al tiempo que se levantaba del asiento y miraba con ojos de pasmado espanto al joven Badián.
-¿Te has estado preparando este discursito para deslumbrarme o qué? ¿Quieres impresionarme, eh? ¡Di! ¿Para esto estuviste ayer en la biblioteca?, ¿documentándote? ¡Vamos, habla!...
-Pero, no comprendo... -repuso Badián confundido, pues realmente no esperaba ni entendía aquella desatada reacción de enfado.
-Me ha dicho que le resuma mi vida, ¿no?, y es lo que hago –concluyó con aplastante lógica, irguiéndose sobre la cama, en una instintiva actitud de protección y cautela.
-¡¡Tienes solo dieciocho años, y hablas como un viejo!!, ¡¡y como un viejo ilustrado, además!!... ¿Cómo puedes recordar todas esas cosas?... Y no me digas que te las sabes y ya está... -la doctora lo miraba fijamente desde su elevada posición, al permanecer ella en pie,  los brazos cruzados y tensos, esperando una respuesta tranquilizadora.
-Suelo hablar poco, doctora... pero pienso mucho, quizás demasiado, siempre ha sido así, desde pequeño... también leo algunos libros, aunque acaso no lo suficiente. En todo caso la mayor parte de mi tiempo lo paso navegando por internet... Además...
El atisbo de  lo que parecía un punto de indecisión y duda de Badián hizo que la doctora se acercara a él y le instara a  continuar.
-Vamos... -le dijo, posando lentamente una mano sobre su hombro, transmitiéndole una confianza y calidez que consideró profesional y obligada.
-...desde los diez años practico una terapia que consiste en repetir cosas que he aprendido de memoria, como poemas, listas, fechas... cuerpos de mujer... es algo que me resulta muy sencillo... y útil... en ocasiones... Aunque a veces es como si me fuera a estallar la cabeza...
-Ya... aquello de hablar en tercera persona para decirme tu nombre, tu ciudad de nacimiento, san Mateo y san Pánfilo y tal... ya veo... tus problemas de comunicación... -la doctora lo observaba ahora desde la cercanía, impresionada ante el insospechado y extraordinario fenómeno clínico que parecía tener delante.
-No se preocupe, que no soy Solomon Shereshevski... -comentó Badián, en un inocente intento de  rebajar la tensión.
Sin embargo estas palabras, aquel nombre, alteraron aun más a la doctora que, dándose la vuelta con rapidez, comenzó a recorrer la habitación con las manos entrelazadas en la espalda, en actitud  de honda preocupación, intentando poner orden en el caos de sus pensamientos.
Al momento la vio acercarse a la silla, donde tenía colgado su bolso, y extraer de él un teléfono móvil. Llamó a alguien, caminando de nuevo por la sala a la espera de respuesta, pero al otro lado nadie parecía ponerse.
-Mierda…
Tras el exabrupto comenzó a teclear con mecánica rapidez en el aparato, escribiendo un mensaje de texto.
-Bueno, ahora sigue... -dijo por fin, como queriendo ganar tiempo para aclarar sus desbordadas cavilaciones, volviéndose de nuevo hacia el joven y guardando el aparato en un bolsillo trasero de la falda negra.
Badián se había sentado en el borde de la cama, incómodo y desconfiado aún por la reacción de la doctora. Tras unos instantes de silencio habló:
-Bueno, ¿qué quiere que le diga?, aclárese de una vez... yo también tendría motivos para enfadarme...
-¿Quién está enfadada? No, hijo, no, la palabra es... sorprendida.... Muy sorprendida... Eres algo... alguien... excepcional.... Así que, por favor, continúa tu relato donde te interrumpí... -la doctora secaba ahora con un pañuelo celeste las gotas de sudor que habían asomado a su frente.
-...bien... si es lo que quiere... estábamos en... sí, por ejemplo, cuando cumplí los diez años nació la wikipedia, ¿recuerda? y... por cierto, doctora, llevo cuatro días sin ordenador y ya los echo en falta, sabe, al ordenador y a la wiki, quizás podría usar uno de los suyos...
-Continúa Badián...
-Bien, doctora... ¿sabe que cuando yo dejé de creer en los reyes magos los de Al-quaeda volaron las torres gemelas?...


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Foto: jose rasero