miércoles, 16 de mayo de 2018

Egina, isla de pistachos



Llegábamos tarde. Era nuestro último día y llegábamos tarde. Y no a cualquier evento que pudiera permitir nuestra demora. El barco rumbo a la isla de Egina salía a las doce. En punto, nos habían subrayado. Esa fue la razón que nos llevó a saltarnos nuestro ya tradicional desayuno en Petrálona y a incrustarnos en el vagón de metro de la línea 1 dirección El Pireo como almas que lleva el diablo.

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